El Poder de la Cultura: un reflejo de la humanidad en el arte de las relaciones internacionales

Por Heidy Esteves

Diario La R

Grupo R Multimedio 

1 de octubre de 2025

 

Años de investigación y enseñanza tras la práctica, convergen en un libro que presenta la cultura como una herramienta central en la diplomacia.

La 47 Feria Internacional del Libro de Montevideo siempre deja nuevos aportes a sumar en nuestra biblioteca y en esta ocasión, nos encontramos con El poder de la cultura – Teoría y práctica en el escenario internacional, un libro de Nathalie Peter Irigoin y Facundo de Almeida, que plantea considerar la cultura como una herramienta central en la diplomacia, para contribuir a cumplir con los objetivos de la política exterior.

Destinado a gestores culturales, artistas, diplomáticos, docentes, estudiantes y toda aquella persona que tenga interés en el estudio y en la práctica de la internacionalización de la cultura y la diplomacia cultural, aporta una visión operativa, que combina teoría y práctica, para alcanzar el diseño de una estrategia de Diplomacia Cultural, proponiendo además, criterios para la selección de contenidos y destinos.

El libro diferencia conceptual y operativamente la Diplomacia Cultural de la Internacionalización de la Cultura y la presenta como motor económico. En ese sentido, informa que se puede medir su impacto y propone una metodología de evaluación e integra herramientas. Y, por otra parte, advierte sobre la necesidad de coordinación estratégica ante la multiplicación de actores culturales no estatales.

Tras su presentación, ocasión en la que se homenajeó, a su vez, a la gestora cultural Teresa de Anchorena, Diario La R dialogó con los autores para conocer los motivos y propósitos que guiaron el proceso que culminó en este ejemplar.

Los autores se conocen hace 11 años y han llevado adelante varios proyectos en conjunto, siendo uno de ellos crear una materia a la que denominaron Internacionalización de la Cultura y fue propuesta a la Universidad de la República en el marco del posgrado en Gestión Cultural. En ese proceso advirtieron la existencia de “una escasez de bibliografía de lo que era internacionalización en sí y diplomacia cultural, pero desde el punto de vista estrictamente operativo, o sea, desde la práctica profesional”. Es así, que uno de los motores que los impulsó a escribir el libro fue brindar herramientas a las personas y “trasladar la teoría a la práctica”.

El libro es la conclusión de analizar el punto de vista teórico de estas disciplinas y ver cómo funcionan en la práctica, sumando, a su vez, recomendaciones para que funcionaran de la mejor manera posible. Ambos explicaron que “históricamente la diplomacia cultural está asociada al concepto de poder blando, que está ligado a una teoría de las relaciones internacionales sobre una mirada para explicar el funcionamiento del mundo”. En ese contexto, observaron que “prácticamente en todas las teorías vigentes, desde distintos ángulos, la cultura tiene un rol fundamental”.

Tomando como tramo temporal desde finales del siglo XIX, cuando las relaciones internacionales empiezan a ser una disciplina autónoma de estudio, hasta el presente, analizan que en la práctica, la cultura también “tiene una relevancia fundamental”. Por otra parte, concluyeron que “no hay distinción entre los países que utilizan la diplomacia cultural por cuestiones de ideología, por cuestiones de tamaño de su territorio, por cuestiones de cantidad de población, por la riqueza que tienen o por otros recursos. Lo que define que un país utilice la diplomacia cultural tiene que ver con una decisión política”. Expresando así que a eso se debe que sea un tema de importancia para todos los países del mundo.

“Muchas veces lo que vemos a nivel internacional es que a la cultura no se le adjudica el lugar que se merece en lo que es la estructura de un Estado o las propias disciplinas de las relaciones internacionales”, analizaron. Tras un estudio estadístico que realizaron, observaron que únicamente 13 países cuentan con el denominado poder duro ―la capacidad de utilizar incentivos económicos o fuerza militar para influenciar―, en un listado de entre 170 y 190 países.

En ese sentido, destacaron que, para la mayoría de los países, “la única vía que tienen para posicionarse en el sistema internacional es el poder blando”. Demostrando así que la diplomacia cultural, “es un tema relevante para los estados”. Además, incluso los países que concentran el mayor porcentaje de recursos de poder duro, “también utilizan e invierten en la diplomacia cultural, porque los logros del poder duro son mucho más efímeros”. Sin embargo, el poder blando, “es más lento en su construcción, pero tiene mayor permanencia”.

Desde el punto de vista estratégico, analizan que incluso hay países que, a través de ese ejercicio de la diplomacia cultural sumado una estrategia de internacionalización de la cultura, “lograron también crecer económicamente, mediante la transformación de sus productos culturales en una fuente de ingresos”.

Nathalie y Facundo expresaron que muchas veces los temas relacionados a la cultura, “quedan en la afirmación” y el desafío es analizar cómo la práctica repercute en la población y en la mirada internacional. En ese sentido, en el libro plantean pruebas respaldatorias relacionadas al ámbito del desarrollo económico, como por ejemplo, según el último estudio del Banco Interamericano del Desarrollo, hoy en día la economía creativa representa el 3% del PIB mundial y es generadora de 30 millones de puestos de trabajo alrededor del mundo.

Destacando a su vez, que además de ser un motor para el desarrollo económico y social, tiene también características como la inclusividad, la profesionalidad y la sostenibilidad ambiental. “La cultura es el sector más representativo y por consecuencia, cuenta con un montón de valores agregados”, expresaron. En un país como Uruguay, que “tiene un problema de economía de escala en casi cualquier actividad”, entienden que “enriquece mutuamente a las dos partes”, porque “el hecho de que los proyectos se puedan internacionalizar, en muchos casos, permiten su existencia”.

Su virtud como manual

Otro de los aportes, es que el libro brinda herramientas de cómo la teoría puede ser trasladada a la práctica, basándose en la investigación extensa que realizaron durante estos años y en base a su experiencia y la enseñanza que les dejó esta práctica.

Entonces, “lo que ofrece el libro finalmente es un manual para aquellos que quieran emprender proyectos culturales internacionales. Incluye desde el diseño de una estructura básica de un proyecto, el marketing, la comunicación, la identificación de fuentes alternativas de financiamiento, normas de exportación de bienes y servicios, acceso a circuitos culturales en el exterior e incluso temas de la protección de derechos de autor”.

Los autores proponen una metodología de diseño, que permite crear estrategias de promoción cultural que luego se van a cruzar con las prioridades en materia de política exterior que tiene el Uruguay.

En conclusión, expresaron que el objetivo era “buscar elementos por los cuales probar científicamente que la diplomacia cultural es algo relevante en el funcionamiento del sistema internacional”. Es así que convergen en dos puntos de vista: el teórico, analizando las teorías de las relaciones internacionales, y el práctico, viendo como los países actuaron en los últimos 100 años en el sistema internacional, siendo la cultura parte de su estrategia de diplomacia.

Nathalie, describió que la diplomacia cultural “es una herramienta que le da un sinfín de oportunidades a un país, especialmente a aquellos que, en términos relativos, cuentan con menores recursos de poder duro. Por lo tanto la definiría como una gran oportunidad que tiene que ser aprovechada al máximo”.

Por su parte, Facundo expresó que “es una pasión en lo personal”, pero además, cree, en sintonía con su coautora, que “es el camino para que los países, sobre todo de América Latina, puedan encontrar su desarrollo y la forma en que las personas tengan una mejor calidad de vida”.

 

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