Arte y mediación sensible
Eve Museos + Innovación
10 diciembre 2025-12-10
Llevamos años hablando de públicos, accesibilidad, participación y nuevas tecnologías aplicadas a museos de arte, pero hay un asunto de fondo que sigue resultando incómodo: la mayoría de los visitantes pasa muy poco tiempo delante de las obras de arte, se queda en una mirada rápida, en ocasiones hace una foto y sigue adelante. La experiencia estética profunda, esa que deja huella, se diluye entre prisas, ruido de sala y saturación visual.
El documento del Special Interest Group on Sensitive Mediation (SIG) parte justamente de este diagnóstico: vivimos una verdadera crisis de sensibilidad y atención en los museos, incluso cuando las cifras de visitantes parecen buenas. Hay personas, sí. Pero, ¿hay encuentro? ¿Hay tiempo, disponibilidad interna, experiencia? Su respuesta es clara: si queremos reconstruir ese vínculo, necesitamos otra forma de mediar, que devuelva al centro lo sensible, lo vivo y lo corporal en la relación entre público y las obras.
De la Mediación Explicativa a la Mediación Sensible.
Durante décadas, la mediación en museos se ha apoyado sobre todo en la transmisión de conocimientos académicos: historia del arte, datos sobre el autor, contexto, estilo. Esa capa sigue siendo necesaria, pero el SIG advierte que ya no es suficiente. Si el visitante no tiene tiempo de sentir, de escuchar su propia percepción, de dejar que la obra actúe sobre él, los contenidos se convierten en ruido de fondo.
La mediación sensible plantea otra pregunta: ¿qué pasa en el cuerpo del visitante cuando se encuentra con una obra?, ¿qué se activa a nivel sensorial, emocional, mental, incluso físico? El objetivo no es abandonar el conocimiento, sino cambiar el orden de prioridades: primero la experiencia vivida, después la interpretación compartida. No se trata de explicar mejor, sino de generar condiciones para que algo pase de verdad.
Lo Sensible como Forma de Conocimiento.
El planteamiento SIG parte de una idea potente: lo sensible no es un adorno, es una forma legítima de conocimiento. El visitante no solo entiende con la mente; también comprende con la vista, el oído, el tacto, el movimiento, la respiración, el olfato, la memoria emocional. A menudo, esa comprensión no se formula con palabras, pero reorganiza la manera en que la persona se mira a sí misma y observa el mundo.
Mediar de forma sensible implica reconocer esta pluralidad de modos de relación con las obras y diseñar dispositivos que los activen: silencios y tiempos largos ante una pieza, propuestas de escucha atenta, ejercicios de percepción, trabajos corporales suaves, recorridos que dejan espacio a la introspección, uso consciente del sonido, de la luz, de la proximidad y la distancia. Todo aquello que ayuda al visitante a estar, no solo a pasar.
Hacia un Museo que También Cuida.
Otro punto clave es el vínculo entre mediación sensible, salud y bienestar. El SIG plantea que los museos pueden convertirse en espacios que cuidan, siempre que se tomen en serio la dimensión afectiva y corporal de la experiencia. No se trata de «recetar museos» de manera superficial, sino de pensar cómo el contacto con las obras puede contribuir a procesos de regulación emocional, reducción de estrés, fortalecimiento del vínculo social o construcción de sentido.
Esto abre un terreno de trabajo interesantísimo entre museos, profesionales de la cultura y agentes del ámbito sanitario o social. Programas para personas en situación de duelo, talleres para jóvenes en contextos de vulnerabilidad, visitas para colectivos que viven ansiedad o soledad… Siempre y cuando se diseñen desde la escucha y no desde la instrumentalización del arte como medicamento milagroso.
Diversificar Formatos, Multiplicar Hermenéuticas.
El SIG insiste en la necesidad de diversificar formatos de mediación: pasar de la visita guiada clásica como modelo dominante a un ecosistema más amplio de dispositivos. Algunos pueden ser silenciosos y contemplativos; otros, corporales y dinámicos; otros, dialógicos y basados en la conversación entre visitantes; otros, más experimentales y abiertos.
La clave es aceptar que no hay una única forma «correcta» de asimilar una obra. Hay muchas hermenéuticas posibles, muchas lecturas legítimas. La mediación sensible trata de abrir ese abanico y de crear marcos seguros donde el visitante pueda explorar sus propias respuestas sin sentir que se equivoca por no decir «lo que hay que decir».
Para los equipos de los museos, esto implica cambiar de lugar: dejar de ocupar el rol de «intérprete oficial» para asumir una posición de facilitador, de quien cuida el dispositivo, el tiempo y el clima de la experiencia.
Marco Científico, No Solo Intuición.
Otro mérito del SIG es su voluntad de dotar a la mediación sensible de un marco teórico y metodológico sólido. Se trata de ir más allá de la intuición individual – el educador que, por sensibilidad personal, hace cosas distintas – y construir un campo de práctica reconocible, con lenguaje propio, referencias académicas, criterios de evaluación y herramientas compartidas.
Esto es crucial si queremos que la mediación sensible deje de verse como algo «blando» o secundario, y adquiera peso en la planificación museológica, en los presupuestos, en las políticas de personal y en la evaluación institucional.
Retos y Riesgos.
No todo son ventajas. La mediación sensible plantea algunos retos:
Requiere tiempo de sala y grupos reducidos, algo difícil de conciliar con modelos basados en grandes flujos.
Exige formación específica del personal sobre escucha, atención plena, gestión de emociones y dinámica de grupos.
Necesita estructuras institucionales que valoren estos procesos y no los releguen a proyectos paralelos o experimentales.
Corre el riesgo de diluirse en experiencias superficiales de «wellness cultural» si no se acompaña de reflexión crítica.
Asumir estos retos implica, en el fondo, tomar una decisión política: ¿para qué y para quién queremos que trabajen nuestros museos?
Hacia una Agenda de Trabajo para los Museos.
A partir de estas reflexiones, se pueden esbozar algunas líneas de acción para cualquier institución que quiera avanzar en esta dirección:
Revisar la mediación actual desde la pregunta «¿qué ocurre en el cuerpo del visitante aquí?»
Incorporar tiempos y espacios de calma: bancos bien situados, zonas de silencio, recorridos que no obliguen a la carrera.
Formar a los equipos en prácticas de atención, escucha y acompañamiento emocional.
Diseñar modelos de mediación sensible con evaluación cualitativa y seguimiento de los participantes.
Conectar estos programas con políticas de bienestar, salud, trabajo social y comunidad a escala local.
No se trata de añadir un «producto más» al catálogo del museo, sino de transformar el modo en que entendemos la relación entre arte, cuerpo y vida cotidiana.
No Es Una Moda.
La mediación sensible no es una moda; es un síntoma de algo más profundo: la necesidad de que los museos se conviertan en lugares donde la experiencia estética recupere densidad, tiempo y temperatura humana. En contextos saturados de imágenes rápidas, notificaciones constantes y consumo cultural acelerado, ofrecer un espacio donde mirar de verdad una obra, sentirla y dejar que nos interpele puede ser, en sí mismo, un gesto radical.
El desafío está abierto. La pregunta ya no es solo qué contamos en los museos, sino qué tipo de presencia invitamos a desarrollar en quienes los habitan.
Recursos Bibliográficos:
Asensio, M. y Pol, E. (2008): Nuevos públicos, nuevos museos. Ariel.
Chatterjee, H. y Noble, G. (2013): Museums, Health and Well-Being. Ashgate.
Falk, J. y Dierking, L. (2016): The Museum Experience Revisited. Routledge.
Martínez, M. y Cuenca, J. M. (2019): Museos, bienestar y salud: experiencias y retos. Revista PH.
Silverman, L. (2010): The Social Work of Museums. Routledge.
Simon, N. (2010): The Participatory Museum. Museum 2.0.
Thomson, L. y Chatterjee, H. (2016): Wellbeing with objects: Evaluating a museum object-handling intervention for older adults in health care settings. Journal of Applied Gerontology.
Viñarás, M. y Cabezuelo, F. (2014): Comunicación y emociones en museos y centros de arte. Editorial UOC.



