Ana Ribeiro sobre Artigas:
“La palabra libertad es una suerte de obsesión nacional, se lo debemos”
Diario La R, Grupo R Multimedio.
por Heidy Esteves
19 de junio de 2025
“La libertad de América forma mi sistema, y plantarlo mi único anhelo”, José Gervasio Artigas.
Para Ana Ribeiro Artigas se destacó por “la fuerza y alcance de todo lo que se propuso y de lo que hizo.
Hoy jueves 19 de junio conmemoramos un nuevo aniversario del natalicio de José Gervasio Artigas, el padre de nuestra independencia y héroe nacional indiscutible. Nacido en Montevideo el 19 de junio de 1764, fue un caudillo militar y popular, promotor del federalismo como forma estatal y de gobierno, promotor del laicismo y de la igualdad ante la ley, además de un reformador social. Conmemorando su natalicio, Diario La R habló con la historiadora Ana Ribeiro, reconocida por su extensa investigación sobre la figura del prócer, quien expresó: “Somos República, somos ciudadanos proactivos, defendemos y creemos en la división de poderes, la palabra libertad es una suerte de obsesión nacional: se lo debemos”.
En todas sus actividades su compromiso y liderazgo lo destacaban sobre el resto, incluso recibió el renombre de “Jefe de los Orientales” y “Protector de los Pueblos Libres”; antes de unirse a la caballería, se dedicó a las tareas rurales y a la venta de cueros a exportadores, etapa en la que estuvo en contacto con nativos, paisanos, gauchos y otros pobladores de la campaña y adquirió conocimientos sobre gran parte de la geografía de la Banda Oriental. En 1797 ingresó como soldado de caballería en el regimiento de Blandengues, creado para combatir el robo de ganado y el contrabando en la Banda Oriental y proteger la frontera con los territorios portugueses. Durante esta actividad se ganó la confianza y el apoyo tanto de los estancieros como de los habitantes más modestos.
En 1811 se retiró del ejército español y se unió al movimiento revolucionario poniéndose a disposición de la Junta de Buenos Aires, acto que marcó su inicio en la participación en la revolución. La primera acción revolucionaria fue el “Grito de Asencio” el 28 de febrero y, tras Artigas reunir las partidas sueltas de patriotas que se levantaban por todas partes, a fin de poder atacar a los españoles, se inicia el 18 de mayo la conocida “Batalla de Las Piedras”, la primera gran victoria.
Teniendo en cuenta que su pisar no pasaba inadvertido, Ribeiro analiza que en la actualidad hay varias imágenes de Artigas presentes. Así como “la del héroe nacional, fundador de la democracia, se han ido sumando otros Artigas, que siempre es alguien ´construido´, como todo el pasado. O sea, alguien que con su vida generó las diferentes interpretaciones desde el presente”. Así afirma que “hay un Artigas caudillo agrario, revolucionario; hay un Artigas general, un militar al frente de un pueblo en armas; hay un Artigas solemne y uno más humanizado en el relato, capaz de equivocarse o dudar”. Pero “en casi todas esas miradas o versiones, hay reconocimiento a su rol dentro del proceso independentista y sobre todo en el proceso identitario del país y sus ciudadanos. Eso es producto de la leyenda ‘dorada’ que se construyó a contrasentido de la ‘leyenda negra’, que se impuso en el siglo XIX”, informó.
Si bien descarta que la figura del prócer se esté dejando en el pasado, expresa que hoy “somos más conscientes del alcance de ese culto laico, que llegó al paroxismo con aquel himno que cantaban los niños en las escuelas: ‘para la historia un genio, para la patria un dios’”. En ese sentido analiza que el conocimiento sobre Artigas que hay en la población “depende de quién hablemos. Un mal estudiante siempre sabrá poco, pero si es medianamente bueno el sistema le brinda mucha información; en cuanto a los historiadores, Artigas tiene un fabuloso archivo que ningún otro héroe nacional tiene: 39 tomos del Archivo Artigas, donde están éditos miles de documentos sobre su vida, su época, sus acciones militares, sus documentos políticos, su pensamiento y acción”, agregó.
Esta recopilación comenzó por ley en 1944 y desde la década de 1950 tuvo sucesivas ediciones, culminando en 2025. Reconocidos historiadores uruguayos estuvieron al frente de esta investigación; cabe destacar que en esta última etapa, la historiadora Ana Ribeiro, autora del prólogo del tomo final, fue considerada como “clave” en la investigación sobre los últimos años de Artigas en Paraguay.
Hoy se conmemoran 261 años del nacimiento del héroe nacional.
Con una historia bien documentada, Ribeiro analiza que pese a “tener cientos de libros sobre su vida”, lo que siempre falta es alumbrar más a quienes estuvieron a su alrededor: aquellos que lo siguieron, que hicieron posible su fuerza militar y política y que están más ‘a la sombra’ del gran hombre que en un primer plano, aunque tantas y tantas veces protagonizaron esos primeros planos”.
Artigas se destacó por “la fuerza y alcance de todo lo que se propuso y de lo que hizo (que no siempre coinciden)”, características que lo llevaron al liderazgo inigualable y a transformarse en la figura que significa en nuestra historia, pero que a su vez le generaron críticas y enemistades. El general Fructuoso Rivera perteneció a las fuerzas del prócer hasta que las diferencias políticas e ideológicas, así como ambiciones personales, lo llevaron a distanciarse de la causa del “Jefe de los Orientales”.
Después de Artigas vinieron otras figuras importantes que ayudaron a dar cierre a la idea de libertad que había plantado el prócer y que lo llevó a ser definido en ese lugar de héroe nacional. Ribeiro explica que “así lo construyó la historiografía, porque el personaje real tenía sustancia para que se lo elevara a la estatura de ‘pater’ nacional”.
Finalizando, agregó que “no es un invento, insisto, es una construcción colectiva. ¿Detractores? Muchos: en el momento de la leyenda negra eran la mayoría, luego sobrevivieron algunas voces singulares, en minoría respecto a la unanimidad del relato consagratorio”. En un punto de nuestra historia, se difundió una visión negativa de su figura histórica, mostrándolo como un líder sanguinario, un caudillo bárbaro, y se descalificaba su proyecto político y social, especialmente su Reglamento de Tierras. Este mal trago pasó gracias a investigaciones históricas que rescataron su figura. El reconocido profesor de historia “Vázquez Franco es el nombre que todos reconocen como crítico y opositor. Lo hizo con argumentación, que podía discutirse pero no ignorarse”. Franco cuestionó la construcción histórica de la figura de Artigas y la fecha de la independencia.
En el año 1820 las tropas artiguistas, al mando de Andrés Latorre, fueron sorprendidas por el ejército portugués al mando del Conde da Figueira y sufrieron la derrota. Se volvió así la Batalla de Tacuarembó, el último embate bélico de las tropas artiguistas en nuestro suelo y el cierre de la actuación pública del “Jefe de los Orientales” y “Protector de los Pueblos Libres”. En su búsqueda, del otro lado del río Uruguay, de unir nuevas fuerzas sufrió otras derrotas y buscó refugio en Paraguay, gobernado entonces por el Supremo Dictador Gaspar Rodríguez de Francia, quien le concedió refugio, desapareciendo así de los escenarios políticos del Plata. Hasta 1845 vivió en la Villa de Curuguaty, dedicándose a tareas agrícolas y al magisterio y marcando, como en cada acción que tomaba, una profunda huella. La población local lo llamaba “Caraí Marangatú” (Padre de los pobres).
Desde 1845 hasta su fallecimiento a los 86 años, el 23 de septiembre de 1850, vivió en Asunción, en una modesta chacra ubicada en lo que hoy es el Jardín Botánico y Zoológico. Sus restos fueron repatriados a Uruguay en 1856 y descansan en la Plaza Independencia de Montevideo.
El protector de los pueblos libres
La diaria Opinión.
Publicado el 19 de junio
Escribe Lauro Meléndez en Posturas
Hoy recordamos nuevamente el natalicio del Protector de los Pueblos Libres, y en ese contexto queremos dejar una mirada diferente a la de las estatuas, los fríos libros de la institucionalidad, y promover la figura de un ser humano sensible, no sólo un guerrero sino un estadista, no sólo un héroe sino un hombre poco común que supo interpretar las señales de la historia para defender a las poblaciones que le otorgaron el honor de seguirlo en su derrotero por la liberación de los pueblos y la “pública felicidad”.
Considerando que el ideario artiguista se componía de ideas políticas, expresadas en las Instrucciones del año XIII y en la conformación de la Liga Federal, pero también de ideas socioeconómicas, plasmadas en el Reglamento de Tierras y en el Reglamento Provisorio de Aranceles Aduaneros para las Provincias Confederadas de la Banda Oriental del Paraná (poco conocido, pero de gran impacto regional), estamos convencidos de que estos hechos deben recordarse permanentemente porque han pasado a la memoria de los pueblos, expresión concreta de una sociedad multicultural y pluriétnica como la que quería.
La relación de Artigas con los charrúas, aspecto que analizaremos hoy, se basaba en la forma de encarar la vida: ambos eran portadores de una cultura acorde con su modo de vida. Hay quienes afirman, al analizar la estrategia usada por la milicia artiguista, que los charrúas tuvieron que ver en la batalla de Las Piedras y en la reconquista de Buenos Aires, aunque no existen registros escritos de eso.
Se puede señalar como anécdota desde las afirmaciones del historiador Aníbal Barrios Pintos acerca de la severa ética charrúa, su hospitalidad para con quienes se acercaban con fines pacíficos, su altivez, y también pensar con Carlos Maggi la incorporación como característica específica y notoria del profundo sentido del humor de los charrúas.
Intentaremos hacer un relato de esa relación. Cuando Artigas es convocado al campamento del Cerrito, el cura Bartolomé Muñoz apunta en su diario: “El 26, amanecieron formadas las tropas de infantería en toda la línea del sitio. Eran las 12 cuando llegaron los generales. Cien indios charrúas cerraban la retaguardia”.
En su columna habitual “El producto culto interno”, Maggi culminó un párrafo agregando que “en dos características de su personalidad, Artigas es diferente y mejor que los demás montevideanos de su época: mayor sentido ético y mayor sentido del humor, para ser un charrúa completo sólo le faltó un rasgo, ser fanfarrón”.
Estas características del general del pueblo les permitieron a los charrúas organizar una columna que respondía sólo a las órdenes de Artigas, de tal manera que lucharon junto al jefe de los orientales, pero no totalmente bajo su mando. Esto lo demuestra el acompañamiento del éxodo del pueblo oriental: los charrúas ocupaban un lugar destacado en “la redota”, cuidando la retaguardia y haciendo expediciones para dispersar caballadas de los enemigos, cualidad apreciada en las guerrillas de entonces.
Maggi, en su columna del 9 de enero de 1994, afirmaba: “Nuestra historia oficial no quiere indios metidos en la revolución y los borra”. Nosotros agregamos que no sólo participaron, sino que fueron pieza clave del ideario y de la estrategia artiguista. Varios cronistas destacan que al estar el jefe de los orientales en Arerunguá (enclave de la nación charrúa), sin ejército y sin nada más que los indios, lo que lo hacía parecer más vulnerable, pomposamente afirmó estar en el centro de sus recursos. A partir de ese lugar, se sostiene con fundamento, se comienza a esparcir la idea de federalismo.
Por estas razones no es caprichosa nuestra asociación entre pensamiento charrúa y pensamiento artiguista. Su organización política les permitió entablar relaciones estables con la lucha revolucionaria independentista encabezada por Artigas. Esto ocurrió quizás –ningún historiador se ha atrevido a plantearlo categóricamente– por la correspondencia con el pensamiento artiguista, que se basaba en los mismos preceptos que la idiosincrasia charrúa: protección general a los individuos sea cual sea su condición, respeto por la palabra empeñada, organización política altamente participativa en la toma de decisiones, distribución equitativa de los bienes comunales.
No es caprichosa nuestra asociación entre pensamiento charrúa y pensamiento artiguista. Su organización política les permitió entablar relaciones estables con la lucha revolucionaria independentista encabezada por Artigas.
Cuenta la leyenda, según pude escuchar de varios historiadores del Archivo Artigas, que el jefe de los orientales tenía en las alforjas de su caballo, de un lado, El contrato social de Jean-Jacques Rousseau y, del otro, la Declaración de la Independencia norteamericana. Pero fue en las tolderías, en esa relación que Artigas tenía con mujeres lanceras, indios, negros y gauchos pobres, de donde salió la concepción práctica de su federalismo. Por supuesto, de esto no hay datos fehacientes, pero sí una profunda convicción.
Líneas arriba mencionábamos una intencionalidad manifiesta de invisibilizar a los charrúas, pero si repasamos novelas que refieren a la época, varios autores dedican sendos pasajes a ellos. Tomando como eje los relatos de Eduardo Acevedo Díaz (Soledad, Lanza y sable, Grito de gloria, etcétera), podemos intentar realizar una imagen escrita de lo que sucedía cuando la tribu deseaba establecerse en algún lugar.
Un caso claro de adaptación a las nuevas circunstancias que hace muy discutible lo preconizado por muchos historiadores en cuanto a que los indígenas, en especial los charrúas, no eran proclives a la “civilización” lo muestra la adopción del caballo a su vida diaria y a sus juegos. Los jóvenes se ponían en fila, montando en pelo, probaban la ligereza de sus “corceles criollos” en carreras de a dos o de a cuatro, hasta un límite que marcaban con una rama (¿sería un raid?, ¿una cuadrera?) a 300 o más “varas” del punto de partida.
Para completar el cuadro, una vieja curandera aplicaba remedios a unos enfermos engrasando prolijamente sus espaldas y frotándolos con un pedazo de cuero animal del lado del pelo con las dos manos. También les pedía a los del fogón que le guardasen la ceniza ardiente para tender sobre ella al enfermo hasta “quitarle el daño”.
En términos actuales podría decirse que así se curan los problemas musculares, con masaje y calor, y aun problemas del aparato respiratorio y digestivo. La sabiduría de nuestra gente de campo y de las clases populares se asemeja más a la de sus ancestros territoriales que a la medicina irónicamente llamada “tradicional”.
Terminaremos este capítulo contando una anécdota descrita por Maggi, en la que otra vez se recuerda a Artigas muy vinculado a los charrúas y compartiendo su buen humor: “Artigas se acercó a los muros de Montevideo; llegó rodeado de charrúas y los muchachos jaranearon, a menos de un tiro de cañón; y hubo alboroto inútil en la plaza”. “Seguramente vista desde Montevideo, esa bravata fue un espectáculo inquietante. Para los charrúas, divertidísimo, aunque alguno haya salido herido […] estaban de fiesta y les tomaban el pelo a los sitiados; eran tipos con humor”.
Queremos, desde este modesto aporte, ayudar a la humanización de Artigas y, por qué no, de los charrúas, comprenderlos en su realidad y redescubrir su entorno e incentivar a los jóvenes en la lectura y en la investigación de lo que no está escrito sobre la vida de nuestros ancestros territoriales.
Quedan para otra oportunidad quienes también formaban parte de las “tolderías artiguistas”: mujeres lanceras, negros y gauchos pobres, los vulnerables de la época, los protegidos de Artigas.
Lauro Meléndez Cadiac fue subsecretario del Ministerio de Desarrollo Social.
https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2025/6/el-protector-de-los-pueblos-libres/



