Josefina Trías: “Es parte de una militancia leernos y consumirnos entre mujeres”
Entrevista por Valentina Temesio
La actriz y dramaturga dice que mientras escribía la obra “Terrorismo emocional”, que también actúa, se descubría feminista.
Cuando Josefina Trías era niña terminaba de almorzar y agarraba su micrófono, que había pedido a sus padres de regalo, y un equipo de música JBL. Recorría toda su casa al mismo tiempo que bailaba, cantaba y conducía. Se miraba al espejo, que ocupaba casi toda la sala, y actuaba. De eso se trataba uno de los juegos de su infancia: protagonizar su propio show. “Yo vengo de la tradición Flavia y Xuxa, conductoras muy zarpadas que ocupaban la parte vespertina de la televisión”, dice Trías.
No recuerda cuándo decidió que quería ser actriz, tampoco en qué momento eligió la dramaturgia. Las carreras llegaron, y ella, que las llevaba en su sangre, las abrazó. La biblioteca de su casa en Las Piedras, Canelones, que estuvo a cargo de su bisabuelo, abuelo y madre y acumulaba unos 10.000 libros, ocupó un rol protagónico en la relación de Trías y el teatro. Si bien nunca nadie, dice la actriz, le sugirió leerlas, ella llegó sola a las obras de teatro de Federico García Lorca, de Roberto Arlt, de William Shakespeare. Trías se apropió de sus monólogos femeninos.
“Yo empecé a leer hombres. Clásicos hombres”, recuerda Trías. La primera vez que leyó a una mujer fue a Susana Olaondo, una escritora uruguaya que escribe libros para las infancias. Ahora, en 2023, dice que cambió su paradigma literario: “Me interesa más el punto de vista de una mujer en una novela”. “Las necesito. Así con el cine, con todo. Es como parte de una militancia leernos y consumirnos, en el buen sentido”, expresa.
A lo largo de su camino artístico —que transita el teatro y lo audiovisual— encarnó a diferentes mujeres que la marcaron. A Marcela en Casa con dos puertas malas de guardar, de Pedro Calderón de la Barca; a Minnie en Magnolias de Acero, de Robert Harling; a Anita en Subterránea, de Burno Contenti. Hasta que llegó Clara: “Un antes y un después en todo sentido”, dice.
Con Clara, el personaje que interpreta en Terrorismo emocional (2018) —ganadora de dos Premios Florencio y Premio Nacional de Literatura en la categoría dramaturgia édita— y Llamaste a Walter (2021) —Tercer Premio Nacional de Literatura en la categoría dramaturgia édita—, Trías terminó de posicionarse como dramaturga, la profesión que puso en práctica cuando, a los 22 años, comenzó a dar clases de teatro en Las Piedras. Para 2022, casi 6.000 personas, que llenaron más de 100 funciones en Uruguay, Argentina y Chile, habían conocido la historia de Clara adulta. Mientras escribió la historia (que tiene ficción y no ficción) de una separación de una relación se descubría feminista.
Con Llamaste a Walter, la obra en la que Clara tiene 15 años, interpeló a su público con la crisis económica que atravesó al país en 2002.
En mayo, Clara vuelve, por segunda vez, al Teatro Solís. El 9 y 10 habrá funciones de Terrorismo emocional —dirigida por Burno Conti y con el músico Leandro Aquistapacie en escena—, y del 24 al 28 de Llamaste a Walter —dirigida por Vachi Gutiérrez y con actuación de Agustín Martínez Cuello, Fernando Canto y Jenny Galván—.
Lo que iba a ser una historia de dos, será de tres: Trías, lentamente, escribe la tercera y última obra. La historia de Clara tendrá un cierre y el camino de la dramaturga se expandirá.
¿En algún momento algo te frenó con la actuación?
No.
Nunca lo cuestionaste…
No. Lo que no quiere decir que una, siendo actriz, más en un país como Uruguay, esté en una crisis permanente. Aceptás el precio alto. Por un lado, la facilidad que tenés para hacer teatro, para
poder programar en una sala y rápidamente poder estar en la cartelera. Por otro, es un medio difícil, un mercado chico en todo sentido. Yo trabajo con una productora hace tiempo y somos un equipo de trabajo, estamos muy contentas las dos, pero nos autogestionamos y eso implica tener una convivencia con la frustración permanente.
Nunca ninguna de esas frustraciones me hizo decir “me bajo de este mundo”. Porque posta que es mi vocación absoluta.
¿Quiénes eran las referencias de Josefina niña?
Cuando yo era una niña la televisión estaba prendida en mi casa. Si bien había horarios, cuando cenábamos con mi hermano mirábamos Los Simpson (un capítulo por noche) y eso era algo wow. De niña amaba a Roy Berocay y tenía una edición infantil de Don Quijote que me encantaba: la releí millones de veces. Después, como todo, a nivel televisivo, que era el momento del boom, en los 90, todo el mundo Cris Morena. De chiquita fui al Teatro Gran Rex (en Buenos Aires) a ver un espectáculo de Chiquititas, que, a nivel producción, fue increíble. Belén (personaje que interpretaba Romina Yan) aparecía volando por los aires. Después, las referentes literarias de mujeres aparecieron ya más de grande, casi que las descubrí un poco sola, en red, con amigas. Aunque mi madre no solo me habilitó esa biblioteca, sino que también me abrió la cabeza y yo sola empecé a buscar a esas otras mujeres que escriben.
En muchos rubros el trabajo de los hombres es más visible que el de las mujeres. En algún momento, puertas para afuera del teatro, ¿sentiste que eras la única mujer?
Claramente en el teatro no, porque por suerte pertenezco a una generación en la que estamos muchas haciendo. Y, sobre todo, sabemos quiénes somos: nos vemos, nos encontramos. No somos amigas todas, pero somos compañeras, nos apoyamos, difundimos los trabajos, coincidimos en muchas cosas. Por lo menos en las más importantes, que eso está bueno. Creo que es una cuestión generacional, que me hace pensar que nunca he estado en un espacio donde soy la única mujer.
¿Alguna vez sentiste que tenías que esforzarte más por ser mujer?
Quizás en el trabajo sí. A veces, al comienzo, una tiene que demostrar por qué está ahí. Obviamente que todo el tiempo estamos combatiendo de manera micro o macro resistencias a ser mujer. No es que el feminismo sea una cosa que nos embadurnó a todos y entendimos de qué va esto y lo que estamos queriendo ser. Estamos todo el tiempo batallando, de manera micro, cotidiana, diaria. Me parece que es más por ahí: es algo de todos los días. El cuestionamiento de cómo una actúa éticamente con respecto a todos y a todas y con los demás. Es un filtro que te hace ver la realidad con ese lente y es imposible dejar de usarlo.
Cuando hablas de Terrorismo emocional, muchas veces, mencionás al feminismo. ¿En qué momento te enfrentás con el movimiento y lo empezás a comprender?
Terrorismo emocional es una obra con la que, mientras la escribía, también me fui descubriendo feminista. Porque me empiezan a pasar cosas, le empiezan a pasar cosas a mis amigas, a las mujeres que me rodean, a las que no me rodean tanto. Muchas empezamos a hablar. Muchas escenas de Terrorismo están inspiradas en amigas, en historias. No es que la escribí para ellas ni para las mujeres que forman parte de mi vida, pero un poco sí. Porque habla de cosas que nos duelen y nos interpelan. Clara se hace muchas preguntas que nos hacemos todas todo el tiempo. Y, mucho más, en este pasaje de los 20 a los 30, cuando ya tenés conciencia de un montón de cosas, de cómo funciona este mundo y, por lo menos, las ponemos sobre la mesa. Obviamente que separarse es un buen momento, donde una queda como varada, pero con muchas posibilidades.
Te trae un abanico nuevo.
Esta nueva cosa de repensar el amor romántico sin denostar. Porque Clara es una defensora del amor romántico. Obviamente, como dice Brigitte Vasallo, hay que resquebrajarlo. Ella habla más de la monogamia, una monogamia porosa, que hay que rasquetear y ver qué pasa con eso. Pero, a mí me encanta algo que dice ella, que es que en este mundo tan duro y cruel en el que vivimos, la pareja sigue siendo el único refugio. Hay una oda a la pareja. Lo cual es muy lindo e interesante. Yo coincido plenamente. Clara, que termina separada y sola navegando por esta jungla de emociones y vinculándose con otro montón de gente después de separarse, así y todo, sigue con la convicción de que la vida con un otro está buena. Pero bueno, ese otro se terminó, entonces atraviesa ese dolor.
¿Te conociste de otra manera al hacer la obra?
Pasa algo salado y, aunque la respuesta parezca romántica, la seguimos haciendo porque termina la función y con Bruno (Conti, director de la obra) encontramos sentidos nuevos. Tiene que ver con esto de hacerla todo el tiempo de nuevo por primera vez, de estar en el presente. Pasaron cinco años desde que la estrenamos, y, como a cualquier persona, nos pasaron muchas cosas. La obra nos empieza a hablar a nosotros mismos y a explicar cosas. Ha sido muy interesante cómo hemos dialogado a través de los años con la propia obra. Por momentos, siento que la Clara de Terrorismo es la presentación más honesta y cruda que he hecho de mí misma. Hay muchas cosas de ella que yo las voy a mantener por toda mi vida. Hay otras que por suerte ya no tengo y otras que nunca tuve porque es ficción pura. Hay una gran parte de mi corazón ahí, de cómo soy. Hacerla es como decir: “Esta soy yo”.
Dentro del feminismo se plantea que, históricamente, se construyó un modelo femenino en la sociedad que define cómo las mujeres deben comportarse y ser. ¿En algún momento te tocó deconstruirte?
Los feminismos están todo el tiempo obligándote a repensarte. Vivimos en un mundo donde es necesario eso, que a veces es tildado de exceso de crítica, o de que estamos en una posición peleadora. Yo no lo tengo con el resto, pero sí conmigo misma. Eso hace que estés todo el tiempo cuestionándote cómo sos, cómo te vinculás con los demás, cuidando eso para cuidar a los otros. Así me gusta vivir. Con respecto a la deconstrucción, hay algunas que quizás saldé y otras que no. Pienso en el vínculo con mi cuerpo, por ejemplo, es una batalla y una deconstrucción permanente; en los vínculos afectivos también, son como lugares muy dinámicos. Entonces, los repensás, los actualizás todo el tiempo.
También, todo lo que implica ser mujer en este mundo: joven, dedicarse al teatro, escribir lo propio, eso también te coloca en una posición de permanente repensarte. Pero, sobre todo eso: el vínculo de cómo está una, una infusión de los demás y cómo ser esa que querés ser. Sobre todo con lo que tiene que ver con el cuidado. Te das cuenta de que el camino del autocuidado es largo, de que todavía hay mucho por aprender; de que al dolor y la tristeza hay que aprender a manejarlos, que cargamos con cosas. Ir por la vida también siendo linda con los demás, cuidadosa, afectivamente responsable.
¿Qué le dirías a tu mujer de 20 años?
Creo que vamos bien. Hay cosas que no resolví, que estoy en eso y que me estoy encarando de ver de qué se trata eso, por dónde ir para resolverlas y que un poco la extraño también, porque los 20 estuvieron muy lindos, pero que lo que se viene es muy auspicioso.
¿Te sentís referente?
No. Sí sé que he dialogado con muchas mujeres de mi generación. Eso me reconforta pila y me sorprende de mí misma. Hace un tiempo me preguntaron en la calle si era la de Terrorismo, son cosas impensadas. Sobre todo gurisas que me hablan por Instagram y me cuentan sus historias. A través de Walter me dicen: “Es la historia de mi familia, gracias”, o una vez alguien me dijo: “¿Cuándo hablaste con mi psicólogo?”.