MIGUEL ÁNGEL PAREJA (*) EMBLEMAS ABSTRACTOS, MITOLOGÍAS RURALES
Manuel Neves (**)
En julio del presente año (2014) se cumplieron treinta años de la desaparición física de Miguel Ángel Pareja. Desde esa fecha y hasta el presente, múltiples exposiciones y homenajes se han realizado en su honor, ingresando su figura dentro del selecto grupo de artistas orientales considerados como maestros. En el caso de Pareja, esa consideración no sólo está determinada por su extensa trayectoria artística, desarrollada durante 60 años, sino por su vasta actividad docente calificada de ejemplar.
En el momento de determinar la característica artística más destacable y original que lo defina, y por consecuencia su aporte singular en el relato de la historia del arte uruguayo, la gran mayoría de intelectuales -tanto colegas como historiadores-, convergen en las mismas consideraciones: por un lado, se destaca la dimensión humana del artista proyectada en su acción docente y en sus preocupaciones sociales, y por otro se define como el gran maestro del color.
A partir de algunas obras que integran la exposición “Miguel Ángel Pareja, Una Teoría del Color”, presentada este verano en Galería Sur, este texto analizará cómo el color, al decir de Tatiana Oroño, como materia y forma, no es el elemento medular en la producción del artista, sino más bien otro elemento de articulación formal y estético al momento de elaborar la obra. En particular, mostraremos cómo la práctica de la abstracción, en el sentido de manejo puro de las formas y del color, ocupó un breve espacio en la carrera del artista Miguel Ángel Pareja y luego, cómo durante toda su vida creativa persistió en el interés por cierto tipo de representación figurativa ligada a un imaginario rural.
Algo más que color
«No abandonó en ningún momento su sentido colorista puro y purista», afirmó Cipriano Vitureira y afirmaba el crítico argentino más interesado en la producción uruguaya de los 60, Rafael Squirru: “Pareja colorista en el sentido cabal del término”. A su vez Abraham Haber decía “en Pareja se dio la conquista de color”. Tulio Álvarez por su lado indicaba “el color es lenguaje y es vida”. Por último siendo más categórico todavía, Luis Hierro Gambardella poco después de la muerte del artista afirmó; “esa persistente búsqueda del color, color en sí mismo”.
Todas estas citaciones apuntan a señalar que no sólo Pareja fue un gran colorista sino que el aporte central de su obra fue el manejo del color. Sin embargo, este acuerdo historiográfico casi monolítico no considera, por un lado, que esta preocupación por el color atraviesa la producción y los intereses de múltiples artistas uruguayos y, por otro, que el mismo Pareja relativizó ese aspecto central señalando que su preocupación central fue “en el uso de la materia” agregando que “querer un determinado color, me lo permití sólo dentro de la gama y la materia que lo contenía en potencia”, y justificando ese interés decía en el mismo razonamiento: “es saludable porque va en busca de un vitalismo en la materia pictórica que no admite los afanes del color por el color, de lo bello por lo bello”.
El color como portador de belleza, visto en un sentido utilitario y dentro de un esquema compositivo, -y no como un fin en sí mismo- es central para entender la obra del artista. Un elemento importante para entender esa forma de ver la función del color está dado tanto en el contexto histórico como en los lugares donde el artista formalizó su educación artística. Pareja se formó durante las décadas del 20 y 30, primero en el Círculo de Bellas Artes en el contexto del auge del Planismo, posteriormente en la Escuela Taller de Artes Plásticas (ETAP) y por último en la Academia Ranson de París. En estos tres espacios, que tenían características doctrinales diferenciadas, podemos encontrar elementos comunes en el manejo cuasi racional del color y su relación con las formas, como la importancia central de la composición. En el Planismo, -que se puede entender como la síntesis y la transferencia del postimpresionismo-, el color, la materia y la composición eran elementos fundamentales. En la ETAP dirigida por Prevosti, como en la Academia Ranson de París donde fue alumno de Roger Bissière, se transmitían las doctrinas de un cubismo academizado, que como sabemos apuntaba tanto a la composición, como a los planos de color y al uso del color entonado.
En definitiva, desde su más temprana formación artística, Pareja entendió el color, las formas y la composición como elementos que se articulan conjuntamente. Es cierto que la influencia posterior de Fernand Léger, fue decisiva para el artista en el uso de una paleta de colores más alto y también su paso a las prácticas de la abstracción. Al mismo tiempo continuó profundizando las ideas aprendidas tanto en Montevideo como en Paris.
Momento abstracto
A mediados de los 50 comienza a procesarse la crisis de las dos corrientes abstractas activas en la escena vanguardista uruguaya: la Universalista Constructiva -ligada a la doctrina Torresgarciana- y la concreta Madi. Esta crisis tendrá como salida la práctica de una abstracción llamada genéricamente informalismo. Un importante grupo de artistas integrantes, de por lo menos tres generaciones, abordaron las prácticas de este último gesto moderno.
Si observamos su obra entre mediados de los 50 y mediados de los 60, parece que el informalismo ejerció poca influencia en su trabajo. Sin embargo el artista comienza a exponer con el grupo 8, que estaba integrado en su mayoría por artistas que practicaron el informalismo, y a la vez, su obra evolucionó a la abstracción. Un importante grupo de obras, de diferentes dimensiones y técnicas, pertenecientes a este período, integran la presente exposición. Un ejemplo emblemático es la obra Abstracción, de 1960, un acrílico sobre tela de grandes dimensiones. Como la mayoría de las obras de esta etapa, es de formato vertical y un color domina el fondo de la composición, en este caso un rojo muy próximo al rosado que aporta cierta calidez a la composición. Sobre este fondo se despliega una gran mancha blancuzca, en ésta, tres formas celestes y una amarilla; el artista cierra la composición con una gran forma negra que no sólo entona toda la obra, sino que le aporta los límites espaciales y el equilibrio estructural, relativizando así el entendimiento de Pareja como un colorista puro.
Imaginarios rurales
Por último analizaremos dos obras figurativas, que por su calidad se destacan dentro de un grupo de piezas de este tipo que integran la exposición. En su mayoría, con la excepción de los géneros clásicos de la pintura como naturalezas muertas y figuras femeninas, estas obras tienen como tema el imaginario iconográfico rural.
En Duelo criollo, de 1948, como en otras obras realizadas durante esa década, el artista intenta equilibrar elementos formales de cierta figuración modernista, la riqueza material del expresionismo y elementos compositivos del cubismo. La composición, aunque inestable y dinámica, guarda cierta simetría, tanto en las dos figuras enfrentadas como en el uso del color; en ese sentido los celestes y blancos, se destacan dentro de una gama de marrones y verdes, que representan la tierra y el pasto. Pareja nos presenta una escena idealizada de una forma violenta de resolver conflictos civiles, relacionada al imaginario rural y al pasado fundacional de la nación oriental, al decir del historiador Barrán, el Uruguay bárbaro.
Por otro lado, en Escena de Yerra, realizada tres décadas después, la persistencia en la elección del tema gana una dimensión más amplia y compleja, casi antropológica. El artista divide la superficie de la obra en cinco escenas, que describen actividades al momento de la yerra, nombre dado a la actividad de marcar el ganado vacuno. Nuevamente Pareja se interesa por representar un elemento de identidad de la vida rural uruguaya, relacionada desde sus comienzos con la producción ganadera extensiva. Formalmente esta obra se diferencia de la anterior por una síntesis mayor en la representación de las figuras y en la casi ausencia de texturas. El artista distribuyó el color con una pincelada rápida y sin realizar correcciones.
Conclusión
En estas tres obras analizadas, con claras diferencias formales, varios elementos medulares conforman su estilo que podemos considerar como el aporte de Pareja a la historia del arte uruguayo. En relación al color podemos observar claramente cómo el artista siempre somete el color puro a una estructura compositiva de cierta rigidez y a las variaciones de tonos producidas por la mezcla con negro y blanco.
Por otro lado la práctica de la abstracción fue breve y ésta siempre estuvo determinada por esa forma de componer y de entonar los colores.
Por último, existe una persistencia por representar los elementos que caracterizan la vida rural. El artista buscó, utilizando recursos estéticos formales y modernos, nada naturalistas, producir emblemas fundacionales de la identidad nacional.
(*) Tomado de “Miguel Ángel Pareja, Una Teoría del Color”. Catálogo, Galería Sur, 1985-2015, 30 AÑOS.
(**) Manuel Neves es crítico y curador de arte y trabaja de forma independiente.