300 años después
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22 de noviembre 2024.
Por Silvana Tanzi
Los números redondos son atractivos para la celebración, también para reflexionar sobre la identidad, para mirar hacia el pasado y el futuro. Esta entrega de Algo que quiero contarte invita a hacer ese ejercicio con su protagonista, la ciudad de Montevideo.
Montevideo está festejando en este 2024 sus 300 años de vida. El aniversario comenzó con una discusión veraniega sobre la fecha de fundación de la ciudad, y la Intendencia de Montevideo (IM) fue acusada de hacer coincidir los festejos con el año electoral. La oposición se basó en antecedentes de otras celebraciones que tomaron 1726 como año de fundación, y no 1724. Entonces los medios consultaron a historiadores, quienes en general coincidieron en las dificultades de establecer una fecha exacta y prefirieron hablar de un “proceso fundacional” que se dio entre 1724 y 1730.
De a poco, esa discusión se fue olvidando y dio paso a otras que trajo el acontecer político. Entonces el número 300 se instaló en la fachada de la IM, en las muestras de arte, en los espectáculos musicales, en programas de televisión y en todas las actividades municipales. Los números redondos son atractivos para la celebración. También para reflexionar sobre la identidad, para mirar hacia atrás y hacia adelante. Para pensar en el futuro.
¿Alguna vez pensaste cómo será la ciudad dentro de 100, 200 o 300 años?
En esta entrega de Algo que quiero contarte, la protagonista es Montevideo, la antigua, la presente y tal vez la futura, que, inevitablemente, se mezcla con las ciudades que han surgido de la imaginación de los artistas. Mi nombre es Silvana Tanzi, si querés escribirme con tus comentarios o sugerencias, podés hacerlo a stanzicultura@busqueda.com.uy
Enero de 1724. Montevideo no se llama todavía Montevideo. Ni siquiera es una ciudad, sino un páramo con bahía, donde viven algunos indígenas y unos 300 soldados portugueses, establecidos allí desde diciembre del año anterior bajo el mando de Manuel de Freitas da Fonseca. Al otro lado del río, a un hombre de cabellera larga y ondulada, tal como figura en los libros de Historia, en la estatua de la Ciudad Vieja o en el envoltorio de los caramelos que llevan su nombre, le llega un mensaje del rey de España, Felipe V, que dice, palabras más, palabras menos: “Vaya y saque a esos portugueses”. El hombre de cabellera ondulada es vasco, se llama Bruno Mauricio de Zabala y es el gobernador del Río de la Plata. Desde 1717 le están llegando a Buenos Aires misivas de la Corona para que funde Montevideo, pero no es fácil fundar una ciudad, sobre todo si no se tienen recursos. La ocupación de los portugueses le da un impulso a Bruno Mauricio, que a los 42 años es un militar de larga experiencia con varias batallas peleadas a favor del rey. Entonces apronta un barco con cañones para cruzar el río, echar a los portugueses y fundar la ciudad.
¿Sabías que a Zabala le faltaba el brazo derecho? Lo había perdido en el Asedio de Lérida (1707), una de las tantas batallas de la Guerra de Sucesión española. Él las peleó todas desde los 19 años. Como recompensa por sus servicios, el rey Felipe le regaló una prótesis de plata para su brazo, que él usaba colgada del cuello, como un trofeo. Me encantó enterarme de este detalle. Me imagino que antes de marchar a fundar Montevideo, descolgó la prótesis de algún perchero para colgársela cual collar y después se subió al barco con mirada de vencedor. Lindo personaje Zabala, un hombre aguerrido que llevaba con orgullo un brazo donde no va un brazo. Sobre él han escrito varios historiadores, entre ellos, Leonardo Borges en La historia secreta de Montevideo.
En resumen, Zabala llega el 19 de enero de 1724 y no es necesario que tire ningún cañonazo porque los portugueses se van. Zabala se puede sacar el brazo del cuello, que, supongo, le pesaría bastante. Manda construir un fuerte en torno a la bahía con vista al cerro y lo llama fuerte San José. Deja allí soldados y algunos guaraníes. ¿Ya hay una ciudad o hay que esperar hasta 1726 cuando se la bautice como San Felipe y Santiago de Montevideo, lleguen los primeros pobladores de las Islas Canarias y se les repartan solares? ¿O hasta 1730 cuando se establece la fundación jurídica de la ciudad con el primer Cabildo?
Discutir sobre fechas históricas es uno de los clásicos uruguayos, y no creo que nunca vaya a haber unanimidades, porque se mezclan asuntos políticos con interpretaciones y lecturas de la historia. En este caso, el año de fundación de Montevideo parece ser móvil. En 1926 se conmemoraron los 150 años de la ciudad, y en 1976 la dictadura festejó los 200 años del “proceso fundacional de Montevideo”. Se sabe que a los militares les encantaban los actos patrios y, sobre todo, la palabra proceso. ¿Qué te parece si en 2030 se hace un gran festejo con Mundial incluido? Si eso llegara a ocurrir, a pesar de lo que amo vivir en Montevideo, me hago un bolso y me voy al medio del campo.
La otra pregunta que me surge es qué pensarían aquellos primeros pobladores que llegaron a Montevideo, a la ciudad en la que todo estaba por ser creado, en la que todo estaba por empezar. ¿Cómo se habrán imaginado el futuro?
No sé qué pensarían del porvenir aquellos pobladores del siglo XVIII, pero sí sé lo que pensó al respecto una figura excepcional del siglo XIX: Francisco Piria. Además de rematador, hábil comerciante, viajero, alquimista, creador de la primera ciudad balnearia del país, de un castillo propio y de uno de los hoteles más costosos en su época, Piria también era escritor. En 1898 publicó una curiosa novela llamada Socialismo triunfante. Lo que será mi país dentro de 200 años, una mezcla de ciencia ficción con ideas de socialismo utópico, todo condimentado con algo de experiencia personal y un poco de alquimia. Piria: un hermoso personaje de nuestra historia.
El protagonista es Fernando (uno de los nombres de Piria) que regresa a Uruguay después de pasar un año en la India (a donde también viajó el autor) y decide hacer un experimento que vio en aquel país. Entonces se mete en una caja de cristal, se toma un beberaje que le dio un faquir indio y despierta 200 años después, en 2098. Flor de viaje se manda Fernando. En el futuro al que llega, lo reciben personajes sabios, buenísimos y de nombres raros que lo guían, como el anciano llamado Temístocles o su hija Rosa del Alba, a la que Fernando le echa el ojo.
¿Con qué se encuentra el protagonista en el siglo XXI? Con lo que a Piria le hubiera gustado encontrarse: con los Estados Unidos del Río de la Plata, integrados por Uruguay, Paraguay, las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes y algunos estados del sur de Brasil. Además, en ese futuro, la humanidad ha vencido todas las enfermedades, aumentó la expectativa de vida y las personas conviven en paz y aceptan todas las creencias. Pobre Piria.
De paso aprovecha su visión de futuro para hacerle críticas a su presente, por ejemplo, cuando describe la futurista Montevideo:
“Las construcciones completamente cambiadas; ese estilo chabacano, híbrido y sin orden arquitectónico alguno de mi época, fruto del caletre de constructores de media cuchara, había desaparecido; los frentes de las casas eran tersos, pulidos, sencillos; predominaba en el exterior el orden pompeyano, las líneas rectas admirables se destacaban; casi todos los frentes eran de mármol y granito pulido; los edificios, la mayor parte, de un piso, pero alto, lo menos dos metros sobre el nivel de la calle, con su amplia escalinata al frente y preciosos jardines sobre lo que antiguamente llamaban azotea; las terrazas estilo babilónico, con jardines colgantes, predominaban. El piso de las calles era de mosaico y, gracias a Dios, ni tubos de gas ni cañerías ni alambres flotantes, que tan puercamente afeaban la ciudad a fines del siglo XIX, ya no se veían. El progreso, en su acelerado avance, como Saturno devoraba a su hijo, se había engullido sus producciones”.
Bueno, no sé si me gustaría vivir en una ciudad de estilo pompeyano y con esa pulcritud de mármol y granito pulido, pero no puedo meterme en el sueño de Piria. Lo cierto es que también imaginó muchos inventos que en su época no existían y que llegaron con el paso de los años, como el aire acondicionado, el fax, instrumentos inalámbricos de comunicación, autos que funcionan a aire comprimido o la energía solar.
Piria tenía la genialidad de los grandes creadores de ciencia ficción que suelen adelantarse con su imaginación al futuro. La diferencia es que su visión es algo naíf, mientras que los pesos pesados de la ciencia ficción proyectaron mundos menos luminosos, cuando no distopías. Pienso en Bradbury, en Asimov, en Orwell, en Philip Dick, por nombrar solo a algunos.
El cine nos ha regalado ciudades futuristas de todo tipo, desde las hipertecnificadas hasta las más desoladas, y en unas y otras la felicidad no es lo que abunda. Elijo una película que mezcla ambos aspectos, Código 46 (Michael Winterbottom, 2003). Está ambientada en una Shanghai del futuro, fuertemente controlada por las autoridades. Allí viven los más privilegiados o quienes trabajan para los privilegiados, pero nadie puede viajar libremente sin un seguro especial. Afuera está el desierto, donde habitan en carpas los expulsados, los olvidados, los que no son nada. No quiero pasarme de pesimista, pero el escenario de esa película se acerca bastante a mi idea de futuro. Que me perdone Piria.
Vuelvo ahora a Montevideo para mencionar a Alfredo Ghierra, que tal vez lo conozcas por su proyecto Ghierra intendente, que reunió a varios artistas visuales, arquitectos y diseñadores en 2010 en torno a una muestra sobre Montevideo. Ese año, había elecciones municipales y Ghierra quería llenar el vacío de debates en torno a la ciudad. Y desde ese momento, nunca abandonó su preocupación por el presente y el futuro de Montevideo.
En 2019 lo entrevisté por otra de sus muestras individuales. Se llamó Esos lugares existen, y allí reunió sus hermosos dibujos en blanco y negro de ciudades asombrosas, a modo de Las ciudades invisibles de Italo Calvino.
En 2022 volví a hablar con Ghierra, pero sobre las demoliciones de edificios valiosos sobre todo en las zonas del Centro y Cordón. Él estaba muy enojado por ese tema, y lo sigue estando. Esto me dijo en aquella oportunidad:
“Lo ve cualquiera que circule por Montevideo, hay una verdadera andanada de demoliciones, como una furia desatada. Y no se trata solo de lo que se pierde en ese momento. Para mí esas pérdidas tienen algo de los crímenes de lesa humanidad, yo los llamo ‘crímenes de lesa arquitectura’ porque no paran de suceder: cada vez que pasás por el lugar recordás lo que había antes. No solo perdés algo que era valioso, sino que se sustituye, en la mayoría de los casos, por algo que no es valioso porque va a envejecer mal o es claramente un ejercicio de arquitectura especulativa”.
Comparto el malestar de Ghierra, quien estará presentando en marzo un documental sobre estos temas titulado: Montevideo inolvidable.
No sé si Montevideo se convertirá en una ciudad con autos voladores, como en el dibujo animado Los Supersónicos, o con altos rascacielos vidriados y calles sin veredas. Eso dependerá de lo que soñemos ahora y de lo que sigan soñando quienes vengan después. Pasaron 300 años desde que Bruno Mauricio con su brazo colgado del cuello miró el cerro desde la bahía y construyó un fuerte. ¿Habrá pensado en un futuro como este presente? ¿Y vos, en qué futuro estás pensando?
Te dejo con esa pregunta y con la canción de amor hacia Montevideo más linda que conozco. Se llama Mi ciudad, del gran Gastón Ciarlo, más conocido como Dino.
Mi ciudad, que me ha visto inocente
corriendo entre la gente
de aquí hacia allá
siente ahora mi paso fugitivo
mi sordo alarido
mi deseo de paz