¿Llegó la hora de la cultura?

Un Hub cultural construye puentes

Por Mario R. Pareja

Este año votamos dos veces en elecciones nacionales cumpliendo con nuestro deber cívico. Además de descalificarse entre ellos los candidatos debatieron sobre producción y economía, seguridad, empleo, salarios, jubilaciones e impuestos, pobreza infantil, salud y educación. En la campaña electoral la cultura logró colarse tímidamente sólo en un titular de prensa: “Orsi con trabajadores de la salud y la cultura y de gira por el interior” (Portada, Punta del Este, 8 de noviembre).  Según Brum (la diaria, 25 de octubre) “a pesar de su importancia, la cultura es todavía un tema secundario en los debates electorales. En la actual campaña se observó que los programas valoran la cultura, pero no la consideran central en su discurso”. Los analistas –politólogos, encuestadoras, opinólogos– lo explican por la apreciación que la ciudadanía tiene de la relevancia de los problemas que la afectan.

Las causales culturales de la inseguridad, la marginalidad y la pobreza, aunque poco reconocidas, han sido ampliamente documentadas Para Wainstein la cultura contribuye a la cohesión social: “La cultura es eso: es diálogo, es puente. La cultura es un tejido social para que la gente dialogue, para que la gente se encuentre”. Carámbula afirmaba que “la política cultural (puede ser) una gran política social, una política social de primer nivel.” Pasadas las elecciones nacionales, y la urgencia política por votos, ¿le ha llegado la hora a la cultura?

Valor de la cultura

En la Agenda 2030 de ONU no hay un Objetivo de Desarrollo Sostenible específico para la cultura. Ella está citada en metas relacionadas con educación, ciudades sustentables, seguridad alimentaria, crecimiento económico, pautas de consumo y producción sostenibles, promoción de sociedades inclusivas y pacíficas y protección del medio ambiente. A pesar de esta transversalidad, sólo el punto 36 de la Agenda refiere explícitamente a la cultura. En él los países signatarios reconocen la diversidad cultural y natural del mundo, se comprometen a “fomentar el entendimiento entre las distintas culturas” y a promover su contribución al desarrollo sostenible.

Una vuelta de tuerca en la puesta en valor de la cultura ocurrió en setiembre pasado cuando la Asamblea General de ONU declaró que “La cultura contribuye a un desarrollo más efectivo, inclusivo, equitativo y sostenible” convocando a las naciones a “integrar la cultura en las políticas y estrategias de desarrollo económico, social y ambiental garantizando suficientes inversiones públicas para proteger y promover la cultura”.

Si bien rezagada en la agenda política, la concepción antropológica de cultura adoptada por UNESCO ha contribuido a su valoración social. Asimismo, se le reconoce como pilar fundamental del desarrollo sostenible y el mejor medio para difundir el mensaje de la sostenibilidad.

Cultura y gestión cultural

La sociedad crea cultura que, en la definición antropológica, es “cómo vive, piensa, hace, sueña y comunica una comunidad y su relación con otras, desde la organización de sus instituciones hasta las relaciones humanas con la naturaleza”. El ecosistema cultural es el escenario en el que se desarrollan las actividades culturales el cual incluye actores, marcos normativos e interacciones entre ellos. Tres estamentos de la sociedad lo gestionan: Estado –gobiernos: nacional, departamental y municipal–, privados –individuos y empresas creativas con fines de lucro–, y el “tercer sector” o sociedad civil. Recientemente, Pareja (Búsqueda, 26 de setiembre y 23 de octubre 2024) analizó las características de dos de estos sectores, el privado y el “tercero”, y sus roles en el ecosistema cultural. El papel del estado en la cultura había sido examinado en un artículo mención honorífica en concurso de ensayos convocado por la revista La Pupila en 2023 (vadenuevo.com.uy, 3 de mayo 2023). Revisitemos las conclusiones.

Sector público

En Uruguay, desde 2006, la Dirección Nacional de Cultura (DNC), apoyada por otras instituciones estatales, paraestatales e instancias ad hoc, es responsable por la ejecución de las políticas públicas culturales las cuales son formuladas por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC).

Desde 2005, el Estado uruguayo ha puesto a disposición de creadores independientes, gestores y centros culturales los Fondos Culturales. “Mecanismos concursables abiertos a la ciudadanía” con diferentes modalidades: Nacional, Regional, Formación y Creación Artística, Infraestructuras del Interior, y de Incentivo. Estos Fondos siguen siendo la principal herramienta estatal para financiar proyectos culturales de artistas, creadores y gestores independientes.

Uno de ellos, el Fondo de Incentivo Cultural (FIC), ha sido un intento de construir puentes, facilitados por el Estado, entre el capital privado y los agentes culturales. “Para artistas, instituciones y gestores culturales, representa una oportunidad para la financiación de sus proyectos mediante la captación de recursos económicos que otorgan beneficios fiscales a las empresas o personas físicas que apoyan proyectos culturales”. Es una herramienta ingeniosa y potencialmente útil pero, a veinte años de su creación, no hay evidencias que demuestren que esté incentivando la inversión privada en cultura. La contribución privada a la financiación de artistas independientes, creadores, gestores y centros culturales comunitarios por medio de los FIC es aún desconocida.       

Lagos (la diaria, 22 de octubre) hace otros aportes sobre el tema cultural en la campaña electoral. “Los programas de los partidos políticos para el ámbito de la cultura difieren en enfoques y profundidad, pero también exhiben consensos. El más notorio de ellos es la necesidad de continuar descentralizando aunque con divergencias en cuanto a la relación de las instituciones nacionales con los gobiernos departamentales”. Hace años, Carámbula alertaba que “Históricamente ha habido una visión `Montevideo-céntrica` de los aspectos culturales, y en esa ciudad están ubicados los escenarios centrales de la actividad cultural y económica del país”.

En 1995 el Encuentro de Directores de Cultura departamentales consideraba “ineludible fortalecer y homogeneizar el papel de las Direcciones de Cultura Departamentales, con el fin de optimizar su gestión en la promoción de la acción cultural, y establecer una vinculación más eficaz a nivel nacional y regional. Algunas intendencias han generado sus propias políticas culturales con incentivos económicos y apoyo de sus infraestructuras físicas –museos, salas, teatros y centros culturales– a artistas y creadores. Sin embargo, “el desarrollo de la institucionalidad cultural en los diecinueve departamentos del Uruguay ha sido muy desigual, no se ha avanzado del mismo modo en la vertebración orgánica y normativa de las políticas culturales”. Montevideo sigue siendo el centro cultural fermental, con intensa actividad artística, concentrando la mayoría de los museos, teatros, cines y salas de espectáculos, y es el lugar de generación de las políticas culturales nacionales que luego se proyectan y aplican en todo el país.

Si bien la descentralización ha sido repetidamente planteada como un objetivo deseable de las políticas públicas culturales las propuestas se han limitado a tres estrategias. Una de ellas es “llevar cultura” al interior del país circulando ofertas culturales, como obras de arte del acervo museístico capitalino y espectáculos programados y organizados en Montevideo. Otra es la promoción e instalación de centros culturales –anteriormente llamados Centros MEC hoy Centros Culturales Nacionales– en el interior del país. Finalmente, para coordinar la programación y ejecución de proyectos culturales, la DNC ha creado la Red Nacional de Direcciones de Cultura para vincular sus institutos –música, artes visuales, artes escénicas y letras– con las direcciones de cultura departamentales. Exceptuando el reconocimiento a algunos artistas, y al teatro, no se percibe una estrategia para el fortalecimiento y empoderamiento de los artistas, creadores y gestores del interior.

No existe una visión del Uruguay culturalmente descentralizado –¿y diverso?– que se intenta. Decisores –estadistas, políticos– y gestores culturales no han consensuado lo que significa “descentralizar la cultura” y las posibles estrategias para ejecutarla. La actual administración afirma que “El programa de Centros Culturales Nacionales es de la DNC. Los Centros, primero, se hacen de acuerdo con los gobiernos departamentales y los municipios. Si no quieren, no se hacen. Ellos eligen el lugar que es de ellos. Segundo, son escenarios de aplicación de las políticas culturales de la DNC. No tienen una agenda aparte” (Da Silveira, Voces 9 de octubre).  

Para el MEC descentralizar es colocar la política cultural de la DNC, formulada a nivel central, a disposición de los gobiernos descentralizados –intendencias y municipios– para su ejecución. Una visión diferente propone que la descentralización es un proceso participativo por el cual, con responsabilidades compartidas entre instituciones –nacionales, departamentales y locales–, sectores –estado, privados y sociedad civil– y actores –artistas, creadores, decisores, gestores– se formulan políticas culturales y se gestiona la cultura. Desde esta perspectiva, la descentralización no se reduce a “llevar cultura” sino que pasa por empoderar a los y las artistas, creadores/as, gestores/as e instituciones que “están haciendo cultura” en el interior del país.

Sector privado

En el sector privado uruguayo no abundan los filántropos ni los mecenas. Sin datos fidedignos, y dejando de lado las industrias creativas, se puede afirmar que los aportes económicos del empresariado uruguayo a la cultura no son substanciales. Las limitadas contribuciones privadas se han hecho utilizando cuatro mecanismos: donaciones en efectivo, apoyo con bienes y servicios, patrocinio de eventos y financiación de proyectos FIC. Últimamente, se están ensayando nuevas modalidades de apoyo. Una de ellas es el marketing comprometido, o marketing con causa. A diferencia de las otras estrategias, en el marketing comprometido la empresa contribuye a la causa solamente en el caso de que el cliente compre el producto. Este  modelo ya está siendo utilizado en Uruguay, con fines sociales, por McDonald’s en su “Gran Día” y Paseo del Centro en “Café Solidario”. El mecanismo está llegando para apoyar el sector cultural. En ocasión del Día del Patrimonio 2024 –homenajeando al vino y la vitivinicultura– el Centro Cultural Miguel Ángel Pareja, de Las Piedras, lanzó el –¿primer?– proyecto colaborativo de marketing con causa cultural junto a la empresa Vinos Pikabea por el cual la venta de un vino especial aportará recursos económicos al Centro Cultural. Promoviendo la venta del producto y, simultáneamente, contribuyendo a una causa cultural, el marketing comprometido es una estrategia ganar-ganar-ganar para la empresa, la institución sin fines de lucro y la cultura.

En algunos países, como España, la vinculación de la empresa privada con la cultura está concientizada y consolidada, y de ellos podemos aprender. “La Responsabilidad Social Corporativa, vinculada tradicionalmente al medio ambiente o a los derechos sociales, está ampliando su campo de acción a la vida cultural. La iniciativa privada es, cada vez más, un sostén esencial del sector cultural. Con patrocinios, donaciones, iniciativas de mecenazgo y acción social, empresas y fundaciones están dando un impulso decisivo a la creación artística y a la difusión de la cultura”.

Tercer sector

Para muchos la institucionalidad cultural en Uruguay comenzó con el tercer sector. Hace 200 años se inauguraba en Montevideo el Teatro Solís, un hito de la cultura uruguaya, financiado por una sociedad anónima sin fines de lucro que lo administró hasta 1937”. El Tercer Sector, si bien se diferencia del privado y el estatal, “tiene algo de lo privado porque surge por iniciativa de particulares, y tiene algo del público ya que sus acciones están orientadas al bien general”. En 2023 el MEC registraba 55 instituciones culturales de la sociedad civil incluyendo fundaciones con sede en Montevideo y en el interior –Pepe Montes, en San José; Manolo Lima, en Maldonado; Teatro La Sala y Centro Cultural Miguel Ángel Pareja, en Las Piedras, entre otras–. Ellas difunden cultura, educan en arte y/o salvaguardan patrimonios artísticos. Democratizan la cultura apoyando la producción artística, permitiendo que la comunidad acceda a bienes y servicios culturales y haciéndola partícipe de la gestión cultural. Estas instituciones gestionan la cultura en el interior del país pero no participan en la generación de las políticas públicas culturales del país.

Hub

Un Hub es un instrumento, un mecanismo de conexión y coordinación. Es un “intercambiador, nodo, centro logístico o punto de conexión en torno al cual se concentra y se mueve un determinado sector”. Los hay virtuales -digitales–, analógicos –físicos, presenciales– e híbridos.    

 

En Uruguay, el ejemplo es el “Innovation Hub”, “un programa nacional que busca impulsar al país a la vanguardia de la economía del conocimiento, consolidando el ecosistema de innovación local”. Patrocinado por los ministerios de Educación y Cultura, Industria, y Economía y Finanzas estimula la creación de emprendimientos tecnológicos y atrae financiamiento privado. La Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), integrante del hub, administra créditos fiscales por los cuales las empresas pueden deducir impuestos y reducir costos.

En muchos países han surgido “hubs culturales” o “hubs creativos” con el fin de fortalecer “los vínculos entre personalidades de la cultura, museos y centros culturales”. Son redes de cooperación, físicas o virtuales, que apoyan las industrias creativas o culturales. El hub “Es una factoría de innovación, producción y transferencia de la economía creativa y del conocimiento

Hub cultural uruguayo

A fines de 2023, el parlamento uruguayo aprobó una ley declarando el 4 de setiembre –natalicio del gestor cultural Gonzalo Carámbula– como el Día de la Gestión Cultural. Del análisis sectorial del ecosistema cultural se concluye que su gestión la realizan los tres estamentos de la sociedad sin coordinación, con incierta complementariedad y traslapando en la cobertura de las disciplinas artísticas. El sistema cultural actual –por defecto– no coordina a los sectores sociales ni integra a los todos los actores y sectores que participan en su gestión.     

Uruguay tiene hoy la oportunidad de dar un paso hacia la conformación de un sistema cultural. En primer lugar, la evolución tecnológica ha generado y puesto a disposición de decisores y gestores herramientas digitales que facilitan la comunicación, la gestión de la información y la coordinación inter-institucional. En segundo lugar, las recientes declaraciones de ONU han puesto en valor a la cultura como pilar del desarrollo sostenible. En tercer lugar, la renovación de las autoridades ejecutivas y legislativas del país, a partir de marzo 2025, abre una puerta para repensar las políticas públicas culturales. Un “hub cultural” iniciaría un nuevo “pacto social por la cultura”, un compromiso nacional que, a través de un nodo virtual coordine instituciones, actores y sectores del ecosistema cultural –cultura, ciencias, deportes– que permita avanzar hacia un Sistema Nacional de Cultura.

Los propósitos de esta agencia de innovación serían la defensa de los derechos culturales y la diversidad cultural. Sus objetivos: (1) Dar participación y fomentar el activismo cultural de los actores del ecosistema –creadores, artistas, gestores, decisores, autoridades, donantes y mecenas– en la formulación de políticas públicas y la gestión cultural. (2) Integrar, apoyar y coordinar la gestión de los varios sectores: Estado, privado y tercero o sociedad civil. (3) Apoyar y defender los derechos culturales de los artistas y creadores. (4) Gestionar la captación y utilización de los recursos económicos, incentivando las contribuciones del sector privado a la cultura. (5) Proponer legislación –políticas, ley de cultura, ley de mecenazgo y sistema nacional de cultura– y coordinar la gestión cultural en el territorio. (6) Ser una usina de generación e intercambio de ideas y propuestas culturales. (7) Proyectar al Uruguay en el escenario cultural internacional.

Para ello, el hub debe contar con representación de los principales actores y sectores del ecosistema cultural: gobierno nacional –Ministerios de Educación y Cultura, Economía y Finanzas, Trabajo y Seguridad Social, Turismo, Relaciones Exteriores, Agencia del Cine y Audiovisual Uruguayo (ACAU), ANTEL, ANII, Plan Ceibal-; gobiernos departamentales –direcciones de cultura y patrimonio–; academia –facultades de artes, diseño, arquitectura, ciencias–; Tercer Sector –organizaciones de artistas y gestores culturales, representantes de instituciones civiles, la recientemente creada Fundación Uruguay Cultura–; y organizaciones representativas del sector privado. Dos iniciativas ya en marcha sirven de cimientos del hub (1) la Red Nacional de Direcciones de Cultura, impulsada y coordinada por la DNC, la cual debe ampliarse integrando a artistas y creadores, a la sociedad civil y al empresariado privado. Y (2) El sistema FIC, mejorando su operatividad y actualizando los incentivos para los empresarios, como mecanismo de vinculación del sector privado y a cultura.

Conclusión

Llegó la hora de la cultura. El Hub Cultural uruguayo puede ser el puente cultural que vincule instituciones, actores y  sectores sociales de todo el territorio del país para beneficio de la cultura. “Todos estamos en la misma; unámonos para que haya más emprendimientos culturales que le hacen bien al país” (empresario, citado por Wainstein).