La vida de Quincy Jones:

los discos con Michael Jackson, Frank Sinatra y el día que asistió a su propio funeral

Infobae

Por Matías Bauso

04 Nov, 2024

El músico murió ayer a los 91 años. Fue uno de los pocos artistas ganadores de al menos un Óscar, un Emmy, un Tony y un Grammy. Cómo fueron sus comienzos y sus batallas contra el racismo en la industria del espectáculo

Fue trompetista, director de orquesta, compositor, productor musical, directivo de discográfica, productor audiovisual, magnate de la industria. Genio musical. Ganó cada uno de los premios que la industria otorga. Batió récords de ventas. Transitó por el jazz, el R&B, el soul, la bossa nova, el pop, el rock y el rap: ningún género le fue ajeno. Una de sus grabaciones fue la primera en sonar en la luna. Produjo el álbum más vendido de la historia y también el single. Fue una de las personas más importantes e influyentes de la música de la segunda mitad del siglo XX. De Lionel Hampton a Michael Jackson, de The Pawnbroker a Sinatra, de Ray Charles a We Are The World.

Quincy Jones, quien murió ayer a los 91 años, fue una leyenda, un gigante del mundo del espectáculo.

Alguien dijo que era como Forrest Gump. Alguien que había estado en los eventos importantes de su ambiente (y muchas veces de su sociedad) a lo largo de seis décadas. Pero lo de él no fue nunca fue fruto de la casualidad o de una carambola afortunada.

Fue, también, un gran personaje. Se relacionó con presidentes y proxenetas, con casi todas las estrellas de su tiempo y con los personajes más sórdidos. Hombre de personalidad indómita y declaraciones fuertes y amante voraz. Hasta se dio el gusto de acudir a una especie de homenaje póstumo que le organizaron medio siglo antes de su muerte.

Jones contra el racismo

Como si todo eso fuera poco fue una pieza vital para quebrar el racismo en la industria de la música y del cine. Él logró, a fuerza de un talento descomunal, perseverancia y fortaleza anímica, taladrar las barreras que impedían a las personas de color llegar a determinados lugares.

Nació el 14 de marzo de 1933 en el sur de Chicago. 

Su madre fue diagnosticada con demencia precoz e internada en un hospicio cuando él tenía 7 años. Su padre era carpintero. “La década del 30 en Chicago. Eso sí que no era broma. Era peor de lo que se pueden imaginar. Con mi hermano pasábamos mucho tiempo en la calle y todos los días veíamos algún cadáver”. Hombres colgados de los postes de luz con un picahielo clavado en la nuca, otros agujereados a balazos. Cajones de alcohol clandestino, apuestas, gángsters amenazando comerciantes, garitos clandestinos. Quincy y su hermano, casi huérfanos, se ganaban unos pesos haciendo mandados y favores para los hampones.

Cuando tenía 14 conoció a un chico ciego dos años más grande que él. Se llamaba R.C. Robinson. Lo primero que le llamó la atención fue la independencia de ese chico, no pedía ni necesitaba ayuda de nadie. Lo segundo su voz: nunca había escuchado algo igual. R.C con los años se convertiría en Ray Charles y juntos grabarían alguna obra maestra como Genius + Soul= Jazz.

Los inicios de Quincy Jones

Su primer trabajo profesional fue como trompetista en la banda de Lionel Hampton. Tenía 18 años. En realidad, Hampton había quedado deslumbrado por su talento tres años antes y le había ofrecido sumarse a su orquesta. El joven Quincy aceptó con mucha alegría; se le cumplía –prontamente- un sueño. Pero con él ya subido al micro para partir de gira, apareció la esposa de Hampton, al mismo tiempo manager de la banda, y le dijo al marido que estaba loco si pensaba llevar a ese chico de 15 con todos esos drogadictos y alcohólicos que integraban la banda. Mandó al joven a estudiar. Quincy le hizo caso. Terminó el secundario e ingresó en la universidad. Pero al tiempo abandonó porque Lionel Hampton le volvió a ofrecer trabajo.

Quincy tuvo que esperar tres años para lograr tocar en una banda de jazz profesional. El primer día que subió al micro comprobó que la esposa de Hampton tenía razón: ahí todos se drogaban. Él, tiempo después, se enganchó con la heroína de la que logró desengancharse luego de caer varios pisos por una escalera. “Eso hizo que me diera cuenta que me estaba matando”, declaró.

Tocó también con Count Basie y con Dizzy Gillespie. Y se convirtió en el principal arreglador de cada una de esas orquestas.

Después de unos años en la ruta y aprendiendo cómo era la vida del músico profesional de jazz, viajó a París para estudiar con Nadia Boulanger. Quería aprender, mejorar, adquirir más herramientas, empujar los límites de la música popular (lo mismo hizo por esa época Astor Piazzolla).

Trabajó también con Sinatra. Grabó el disco It Might As Well Be Swing y fue el arreglador de Sinatra at The Sands. Renovó su sonido y le dio brillo. Ahí está, invencible, Fly Me To The Moon como prueba.

Su música llegó a la luna

Esa canción fue la primera en sonar en la luna. Amigo de ambos, el astronauta Buzz Aldrin –el más díscolo del programa Apolo- se encargó de ello.

Forjaron una gran amistad entre ambos que perduró hasta la muerte de Sinatra. “A veces terminábamos una actuación y Frank me sacaba corriendo del lugar y nos subíamos a un avión privado en el que nos esperaban seis conejitas de Playboy. La pasábamos bien”. Según Quincy, tanto Ray Charles como Sinatra, podían tomarse siete Jack Daniels dobles en menos de una hora. Y seguir de pie. “Esos sí que sabían salir de fiesta”, recordó. En las últimas décadas Quincy usó en uno de sus dedos un anillo que Sinatra llevó por más de 40 años. Se lo dejó a su muerte y era el escudo de la familia Sinatra de Sicilia.

Frank Sinatra fue uno de sus grandes amigos. COn SInatra At The Snads consiguieron un gran éxito (Best Image/The Grosby Group)

Él sabía muy bien cuál era su trabajo. Mejorar las canciones, conseguir que ellas y quienes las interpretaban se lucieran, le sacaran el máximo de potencial. Y sabía que el único punto de partida posible era una gran canción. “Una gran canción puede convertir al peor cantante del mundo en una estrella. Una mala canción no puede ser salvada por los tres mejores cantantes del planeta. Fue lo primero que aprendía en este oficio”, repetía.

Su primer gran éxito pop fue con It’s My Party, una canción que grabó la cantante Leslie Gore, de 16 años en ese momento. Jones rebuscó en 200 canciones hasta dar con esta que a él le pareció que encajaba a la perfección con esa joven. Pero luego de grabarla se enteró que Phil Spector también la estaba trabajando en el estudio. Jones trabajó incansablemente en la producción y en la mezcla para tener el tema listo antes que su competidor. Y lo logró. It’s My Party llegó al número uno de los rankings.

Él tuvo muchas primeras veces en la industria. Derribó la barrera del color en muchas áreas. Se impuso, casi con prepotencia, a las limitaciones raciales que el mundo del espectáculo tenía. Fue de los primeros directivos negros de una discográfica, uno de los pioneros entre la gente de color en hacer bandas de sonido de películas.

Fue el responsable de varias bandas de sonido legendarias durante la década del 60. The Pawnbroker, En El Calor de la Noche, A Sangre Fría entre otras. Pero ese camino no fue fácil ni se dio con naturalidad gracias a su descomunal talento.

Quincy Jones ganó el EGOT, todos los grandes premios de la industria al menos una vez. Y obtuvo 28 Grammys (Best Image/The Grosby Group)

Cuando le ofrecieron el primer trabajo de este tipo, Quincy fue al estudio con su mejor traje. Estaba ilusionado, un nuevo territorio a explorar, a conquistar. Un alto ejecutivo de Hollywood ingresó a la sala en la que tendrían una reunión y apenas lo vio, giró y se retiró: “No sabía que Quincy Jones era negro”, le dijo al director de la película. Unos años después, Truman Capote tampoco quiso que él se encargara del soundtrack de A Sangre Fría: “No hay negros en la historia”, se quejó Capote ante Richard Brooks, el director de la película, que echó destempladamente de su despacho al escritor.

Todos sus logros deben valorarse a la luz del racismo que dominaba la época. Cada paso era trabajoso y debía superar muchos obstáculos. “Aprendí rápido. Quejándote nada más no se logra nada. Todas las situaciones conflictivas son como rompecabezas que debo resolver. Y superar”, decía.

El día que fue a su propio homenaje

En 1974 tuvo un aneurisma. Un dolor de cabeza súbito e insoportable y el colapso. Lo llevaron de urgencia al hospital más cercano. Los médicos creyeron que no se recuperaría. Estuvo muy grave. Convaleciente de la primera operación, encontraron un segundo aneurisma y volvió a ingresar al quirófano. Las posibilidades de sobrevida eran muy escasas, tanto que muchos personajes de la industria comenzaron a preparar su memorial, una especie de concierto póstumo en su homenaje. El recital plagado de estrellas como Stevie Wonder, Marvin Gaye, Sarah Vaughan, Sidney Poitier y Richard Pryor tuvo lugar en Los Ángeles aunque Quincy no murió. Quincy Jones acudió al show en su homenaje y sentado a su derecha, como una especie de reconocimiento, estaba su neurólogo.

Siguió sacando sus propios discos y su sonido fue actualizándose. Sin alejarse del jazz, pasó por la Bossa Nova (Soul Bossa Nova se popularizó nuevamente décadas después gracias a Austin Powers) y más adelante se acercó al soul y al funk más. Mientras tanto producía otros artistas. En 1977 participó del fracaso de la nueva versión del Mago de Oz. Allí conoció a Michael Jackson. Se comprometieron a trabajar juntos en el siguiente proyecto solista del joven cantante (en ese entonces) de color. El resultado fue Off The Wall, una obra maestra que produjo un quiebre en la carrera de Michael. Lo que vino después fue inimaginable hasta para la ambición desmesurada de Michael. Thriller cambió la música pop y también el negocio.

La guitarra rockera de Eddie Van Halen en Beat It, la producción de cada tema con capas, efectos, sonidos nuevos y atrapantes. Dos artistas en el pico de su talento. Y con una capacidad de trabajo épica: otra vez eligieron entre cientos de canciones, grabaron en tres estudios a la vez, probaron diferentes músicos, bucearon en busca de un sonido que no existía. Fue un fenómeno que traspasó generaciones y a la sociedad. Ya no había música para que consumieran blancos o negros. Michael y Quincy entraron en cada casa del mundo.

Back On Block fue el álbum que grabó después de trabajar en Bsd de Michael Jackson. Obtuvo seis Grammys por él

Hubo una tercera entrega, también increíblemente exitosa, como Bad, aunque haya desilusionado a Michael porque tan solo se convirtió en el segundo álbum más vendido de la historia.

La dupla creativa con Michael Jackson

El suceso, el impresionante impacto, de su colaboración con Michael Jackson no debe quitarle luz al resto de la carrera y de los logros de Jones. Sus obituarios, sin Thriller, tendrían la misma relevancia.

En 1985 Quincy llevó adelante We Are The World. Probablemente era el único integrante de la industria que podía ser respetado por ese cúmulo de egos desbocados, el único que podía lidiar con ellos y conseguir que se grabara un tema que se convertiría, una vez más, en el single más vendido de la historia.

Su siguiente proyecto solista fue Back In The Block, un disco de fines de los ochenta. Lo de solista es una manera de decir. Una gran cantidad de estrellas acudieron a su invitación para ser parte de los diferentes temas. Coqueteó con el nuevo sonido de esos años el New Jack Swing. Obtuvo otros seis Grammys.

En el hip hop también tuvo influencia porque es una de los artistas más sampleados de la historia.

Es uno de los pocos ganadores del EGOT. Es decir de todos los grandes premios de la industria: al menos un Óscar, un Emmy, un Tony y un Grammy. De estos últimos ganó 28 (el tercero con más estatuillas de la historia y el más nominado: 80 veces).

El éxito descomunal que tuvieron muchas de sus creaciones y producciones y el alto perfil público de su figura imponente, muchas veces, hicieron olvidar y hasta pusieron bajo sombras (se suele sospechar del que vende mucho; y Quincy vendía demasiado) su talento fuera de lo común, su genio musical.

Pero esta relación con el éxito no fue patológica. Alguna vez ante las ventas moderadas de unos de sus trabajos, una periodista se mostró intrigada porque lo veía de buen humor, sin secuelas de la frustración por una recepción poco entusiasta del público y la prensa: “Querida, no se puede estar en la cima todo el tiempo”, explicó y se puso a describir sus nuevos proyectos.

También produjo El Color Púrpura de Steven Spielberg y El Príncipe de Bel Air, la serie que lanzó a Will Smith, entre otros proyectos audiovisuales.

Quincy Jones fue trompetista, arreglador, compositor, magnate de la industria. Un hombre polifacético con 6 décadas de éxitos (Foto de Chris Pizzello/Invision/AP, Archivo)

En los últimos años, ablandado por la edad y por la falta de compromiso con los grandes actores de la industria, realizó varias declaraciones explosivas, que sus hijos salían a tratar de apaciguar algunas horas después. Arremetió contra los Beatles, contra Prince, contó que Marlon Brando había tenido sexo con Richard Pryor (la esposa del cómico lo confirmo: “Eran los setenta. Si tomabas suficiente cocaína tenías sexo con un radiador y a la mañana siguiente le mandabas flores”), James Baldwin y Marvin Gaye.

Pese a los bombásticos dichos, Quincy seguía con proyectos. Documentales, películas, alguna serie, discos, un sello. Siempre tenía varios entre manos. Eso lo mantenía vivo. No se alimentaba del pasado. Pese a que le dolía la partida de cada amigo; solía recordarle a los cronistas que lo entrevistaban la cantidad de amigos que habían muerto el año anterior, casi todos celebridades: “El año pasado perdí 65 amigos”, decía.

Los amores de Quincy Jones

Se casó tres veces. Los tres fueron casamientos con mujeres blancas La primera fue Jeri Cladwell, una compañera de la facultad, luego las actrices Ulla Andersson y Peggy Lipton. Esas bodas interraciales causaron bastante estupor en la época. Polémicas y agresiones que él siempre ignoró. También estuvo en pareja con Natassia Kinski con quien tuvo una de sus seis hijas (también tuvo un varón).

Desde hacía varias décadas pasaba una semana al año en Estocolmo. Allí se realizaba estudios médicos y se sometía a tratamientos de avanzada para cuidar su salud. La muerte a los 91 años quizá lo haya sorprendido, le haya parecido prematura. En las entrevistas, Quincy sostenía que viviría, por lo menos, hasta los 110 años.