En palabras del autor:
Desde pequeño Agustín tuvo a su cargo el pastoreo de las cabras de la familia. Cada día las guiaba por valles y laderas en busca de las siempre escasas pasturas de Fuerteventura, tomaba las decisiones y los cuidados necesarios y cada noche las devolvía al corral. Entretanto aprendió a leer y escribir -calificación excepcional para la época- lo que estimuló su curiosidad e interés por informarse, razonar y comprender. Esta doble condición de pastor y alfabetizado forjó su carácter independiente y emprendedor, curioso y decidido. En la travesía al Río de la Plata fue cautivado por la dinámica del mar y de la navegación a vela iniciando una amistad con un timonel que durante sus guardias le enseñó artes del oficio de navegar. La muerte de su padre durante el viaje le significó como primogénito, asumir a sus doce años la responsabilidad de cuidar de su familia. En esas condiciones llegaron los Cabrera Alberto para recomenzar la vida en el Rio de la Plata, sin saber que estaba convulsionado por sangrientas guerras civiles en ambas orillas. De eso se trata esta historia. Carlos Trobo.